
martes, 26 de mayo de 2009
Desconfianza ciega

miércoles, 20 de mayo de 2009
Conversación robada 2
-¿... cuánto?
-Menos de un tercio. Lo veo menos de una tercera parte de lo que lo veía antes y es por tí.
Las rastas de ambos se desenmarañaron. Transcurrido un tiempo, dos, tres, cuatro metros, llegaron a la puerta. Él no se la sostuvo, dispuesto a salir sólo a la calle. ¿Cuánto?, volvió a repetirse para sus adentros. -No se pueden medir los sentimientos...- contestó ella. Por un instante, parecieron dos algas abandonadas y muertas en una playa.
-Menos de un tercio. Lo veo menos de una tercera parte de lo que lo veía antes y es por tí.
Las rastas de ambos se desenmarañaron. Transcurrido un tiempo, dos, tres, cuatro metros, llegaron a la puerta. Él no se la sostuvo, dispuesto a salir sólo a la calle. ¿Cuánto?, volvió a repetirse para sus adentros. -No se pueden medir los sentimientos...- contestó ella. Por un instante, parecieron dos algas abandonadas y muertas en una playa.
domingo, 17 de mayo de 2009
Su boca
Sus labios eran finos y elegantes, y cuando cerraba la boca correspondía cada milímetro de piel a una variación degradada del color rosa, desde afuera hacia adentro, desde las comisuras hacia la parte central, donde un minúsculo y turgente pliegue aupaba el tacto, tibio e inocente, a otra dimensión superior y menos tangible, el aura de su persona. Es el infinito, le dije, antes de besarla por primera vez. Se llamaba Elizabeth y tenía, también, sobre el labio superior, una herida cicatrizada de la varicela que muchas veces mordía, sobre todo cuando se ponía nerviosa, o estaba esperando o dormía.
miércoles, 13 de mayo de 2009
Una de detectives

jueves, 7 de mayo de 2009
Minipisos

domingo, 3 de mayo de 2009
De puentes
Efectivamente los puentes están para cruzarlos, se tienden los puentes desde una orilla a otra, desde un monte a otro, desde una país a otro: la amistad y el mar están llenos de puentes. Desde su balcón, porque los puentes se levantan para admirar paisajes rotos por la erosión de los rios o antiguas glaciaciones, nos asomamos y permanecemos en ellos como gatos, mirando mitad adormilados hacia el frente, viendo como el sol cae antes de bajar el telón estrellado de otras dramatizaciones.
Pero los puentes tienen otras utilidades y circunstancias adheridas: sobre ellos, bajo ellos, y a través de ellos. Sobre los puentes de las autovías, estos menos paisajísticos, miles de aficionados domingueros comen pipas a la espera sonora de las motos gepés en su vuelta de Jerez. Caballos metálicos con uno o dos jinetes.
Otro lugar está debajo del puente, espacio residual donde se van a a vivir los sin techo o los con hipoteca acumulada. Duermen bajo ellos los nuevos cavérnicolas retratados en los periódicos.
Para finalizar, lo hacemos a través de los puentes. Hay una fobia, que nombra Roberto Bolaño en 2666, que es el miedo a cruzar los puentes, la gefidrofobia. Las personas los cruzan a toda prisa por miedo a que este se caiga, es más fácil creo yo, que te caiga una maceta en la crisma, pero bueno, para eso es una fobia. Unos y otros van con casco de seguridad, por si la catástrofe. Centuriones a la espera del cataclismo, avisados por algún Nostradamus.
Tanto los de arriba, como los de abajo, como los que lo atraviesan con o sin miedo, intentamos pasar lo mejor que podemos el domingo de puente vacacional.
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