jueves, 9 de julio de 2009

Silencio a la japonesa

Tshhhhhh, por favor, déjenme dormir, pensar, leer, no ven que no se puede con tanto móvil sonando horriblemente, con tanta voz de cueva, con tanta saliva gratuita en los transportes públicos. Ring, ring, mira, fulanito, que se casó ayer mi hermana y la gomilla del calcetín de ejecutivo me hizo una hernia, es que para presumir hay que sufrir, ya sabes, qué te voy a contar, que iba de guapa la novia; o ring ring, sí, soy yo, ah! de Lechesfriting Consulting and Co, sí esperaba su llamada, el negocio, sí estamos trabajando en ello, la inversión de 10 millones de euros, perdona estoy en el metro, ahora hablamos…Y es por más motivos mi solicitud por el silencio, un silencio humanitario, infinitos tarros de silencio apoyados en las esquinas o en las mesas o cayendo de los grifos, el silencio de no escucharnos, el silencio de la música, de los gestos, del sueño…yo también hablo por teléfono en el tren, en el autobús, e intento hacerlo de la manera más eficaz posible, me tapo un oído, me enrosco, intento llegar únicamente al otro lado de la conexión, a veces imposible, a sabiendas de qué rayos le importa al de al lado mi cita con el dentista o el cumpleaños de mi madre, a lo mejor sí. Lo opuesto está en Japón, allí donde el idioma parece (es un sueño recurrente en mis sueños) una máquina fotográfica lanzando flashes a diestro y siniestro. Los japoneses tienen prohibido hablar por teléfono en los transportes públicos, y teclean y teclean sms-ideogramáticos sin parar, que habría que verlos, ni me los imagino, bueno a medias, preciosos. Sería más constructivo, sí, inventar una ley a la japonesa que obligara a escribir, ese sería un buen principio, aunque fuera en el móvil, ante tamaña afición que tenemos de contar los pedacitos de realidad al aparatito, a lo mejor esa sería la mejor motivación para escribir y dejar de hablar por el móvil, tshhhhh, un ratito, por ejemplo microrrelatos, o haikus; una idea: Ley de 9 de julio de 2009 para Escribir Haikus en el Móvil.

lunes, 29 de junio de 2009

Confesión y excusa

Incansablemente, día tras día, folio a folio, reúno mis memorias reales y ficticias, me cuesta sobremanera discernir las unas de las otras, me levanto de la silla, escucho algo de música, leo el periódico, y el libro toma otro rumbo, voy hacia Córdoba, cuatrocientos kilómetros dándole vueltas a la vida, a la novela, a la estructura, al final, a la trama, me pierdo en este derrumbe de sentidos urdidos de deseo, y la desgana aparca el libro. Salgo de mí. Me siento en otra silla fuera de mí, uno que escribe y otro que observa. No sé lo que escribe esa persona. Intuyo, por lo que tarda en avanzar en la línea, que se ha desconcentrado. Ahora enciende un cigarro. Gestos en torno al humo. Una ligera tos. La tecla de borrado gana terreno a la frase. Varios minutos mirando a la pantalla, intercalando reojos a la ventana. La tarde cae en tonos violetas, azules y blancos. Algún gris. El frío entra en la habitación aunque esté cerrada a cal y canto. Estoy abrigado, pero la quietud enfría el ambiente. Apaga el cigarro. Se levanta y sale de la habitación. Vuelve hacia el ordenador con una idea vaga que intenta plasmar pero no mueve ni un solo dedo sobre el teclado. El cursor parpadea, se da cuenta, nos damos cuenta, enseguida con esa idea escribe tres puntos suspensivos…perdón por la ausencia

lunes, 15 de junio de 2009

Reencuentro

Recién llegado a casa de un viaje de varias semanas o varios meses cuesta reconocer al primer contacto visual a la persona que dejaste esperando noticias tuyas. No hay tiempo de dar explicaciones a lo inmediatamente visible: el límite del amor está en el campo sensorial compartido y momentáneo y fuera de él no hay nada. Ambos habéis crecido por vuestro lado durante este tiempo, habéis seguido distintos ayunos y actividades y fundamentalmente habéis estado sometidos a distintas presiones vitales. El encuentro está presidido por unos nervios incontrolables que se sueltan en una primera palabra, en un primer abrazo que hoy no recuerdas, probablemente un hombre y una mujer desconocidos que intercambian un cómo estás o un he pensado mucho en ti. La complicidad puede quedar almacenada en esa vida paralela que decidiste no acompañar con tu cuerpo. Te cuesta articular palabra y aún más explicarle que para ti ya no es la misma persona, es una versión corregida de su yo tuyo anterior, ahora para ella y sus necesidades, y no para ti. Es recíproco el interés por establecer comparativas entre el antes y el después, su pelo ha cambiado y sus cejas y el entorno de su cara, ahora más definido y maduro, pero vivirlo en primera persona es aterrador, es terrible la noche previa, el camino hacia el lugar de reencuentro, cuando no se puede escapar a la cita con esa muerte anunciada. La vida se puede compartir o no, a veces se elige la soledad por necesidad o por capricho, cuando despertamos o cuando dormimos lo decidimos, y no sin cierta duda: la inexorable lección de que solo nos tendremos a nosotros mismos frente al espejo.

jueves, 11 de junio de 2009

Pudor

Solo hay un lugar en el mundo, las farmacias, donde pronuncio la palabra preservativo en lugar de condón, es por pudor sí y por mantener, no sé yo qué distancias aledañas al mostrador con el farmacéutico o los mancebos. A veces no digo ni preservativo sino déme usted una caja de 50 de tal marca o de cual para obviar tales palabras. Es ridículo, con esos parámetros parezco una especie de Jowie, el de friends, pero ya no sé si era verdad o no. Bueno, a lo que iba, como decía el sicólogo o el poeta “la verdad intrínseca del ser o de la realidad está en lo que no se dice, en lo que se esconde”, y más aún si es consciente. Ahí tenemos los ministerios de defensa, las parejas sentimentales, o se murió de una larga enfermedad que esconden ministerios de la guerra, novios y cánceres, puras convenciones ligüísticas y enredaderas, asentadas en la realidad como en mí el preservativo, palabras-mentira que esconden miedos y fingimientos varios. Psicoanalizándome he llegado a la conclusión de que aquel guante de latex que se quedó pegado a mis manos por culpa del superglú cuando no era más que un pequeño efebo ha causado más estragos en mi vida que haber repetido tercero de BUP y COU, el escenario al que me enfrenté intentando escribir versos lo corroboró en poemas cerrados y oscuros, hasta estos días en los que intento contar en mi blog, ya lo hicieron mis poemas, lo que esconden las palabras y la realidad, en lugar de esconderlas en ellas, algo que no me da mucho pudor, la verdad. Por esto, por dar un paso más, la próxima vez que vaya a la farmacia enarbolaré la palabra condón aunque solo sea por ir en contra del papa y superar al fin el trauma… aunque me cueste pudor y lágrimas.

martes, 9 de junio de 2009

Llegar al propio país

Existe un museo de la inmigración en Barcelona y por lo que veo en google uno de la emigración gallega en Buenos Aires, cada loco con su tema y con sus homenajes; cada día cierran sus puertas y se quedan en silencio, olvidando las razones económicas que las propiciaron, siempre el hambre, de lo que sea, maldita hambre. En el museo de Barcelona van a exponer próximamente y restaurados los trenes que llevaron a los primeros inmigrantes andaluces a Cataluña, me los imagino atestados de familias con lo puesto, cuidando de sus pertenencias, los pequeños ahorros de toda la vida, maletas abolladas y un desconocimiento enorme, sobre todo, insonorizado y en blanco y negro del futuro. Todos en el sur conocemos a alguien que iba allí, como si de todos los sures del mundo salieran trenes que crujen en lugar de llorar al pasar por estaciones de pueblo desvencijadas y lejanas, lo sabemos los del sur. Guardando las distancias hoy vuelve a pasar lo mismo, los trenes que antes tardaban veinticuatro horas en cruzar España ahora lo hacen en apenas cinco, las familias que antes abandonaban sus casas solo para volver a los entierros o algún verano, son ahora chicos de veintitantos huyendo de un paro endémico que obliga a seguir siendo niño o mileurista. Todas, absolutamente todas estas vidas llevan gasolina diesel en el depósito y la necesidad de realizarse como personas, lo que en casa se les negó. A lo mejor me equivoco, por pocos creo, pero se ve en las caras de lo inmigrantes, como yo, me siento extraño diciendo esto, en el autobús de los viernes, en el ave de los domingos, volviendo o partiendo de casa, de la verdadera casa, en silencio, la melancolía de aquellos que se dejaban algo hace cincuenta años, aunque aquellos se dejaran mucho más.

martes, 2 de junio de 2009

Palabra de fútbol

Hay goles dudosos, fantasmas, de esos que se quedan en el aire y que no alcanza ni la televisión, pero lo que demostró Andrés Iniesta, albaceteño de Fuentealbilla, dirigiéndose en catalán a un estadio hasta la bandera el día después de ganar la Champions, es de esos golazos imparables para la estirada de cualquier portero. Un albaceteño hablando catalán es una de las imágenes del Barça hoy en día. En el fútbol, como en todas las patrias, la palabra es parte fundamental, el continente donde confluyen muchos de sus lugares comunes. El idioma construye esa patria y cualquier patria, aparte de lo locuaces que estemos cada uno para construir la de nuestro propio cuerpo. Al deporte del balompié junto al balón y al gol han acompañado siempre grandes teóricos que han ensalzado esa parte no musculada entre portería y portería. Los archiconocidos “fútbol es fútbol” o “se juega mejor con diez” emanan ese tufillo poético a literatura épica y de tintes heroicos. El Barça del triplete también, he de reconocerlo, aunque no me escuchareis muchas veces más repetirlo. Lo que trae a colación este tema es el Real Madrid, por supuesto. Ya sabíamos lo de Valdano, y casi casi lo de Pellegrini, pero fue una sorpresa lo de Pardeza. Quien haya escuchado hablar a Jorge Valdano, se puede estar de acuerdo con él o no, pensar que es un pedante o no, convendrá conmigo en que afina, lo intenta como un ejercicio poético, en cada palabra, al explicar el fútbol como ningún otro futbolista o exfutbolista, a mí me gusta escucharlo como a cualquier otra persona que merezca la pena escuchar. Manuel Pellegrini, chileno como Neruda, menos conocido, es de esos, según leo en los periódicos deportivos, que apuesta por la comunicación con el jugador y que éste se comunique con el balón y sus compañeros, y que el balón vaya de pie en pie hasta la red. Ya lo escucharemos hablar más detenidamente. Pero lo de Miguel Pardeza parece insuperable. El “ratoncito” es licenciado en Filología Hispánica y como vimos en Córdoba en la pasada edición de Cosmopoética ejerce de conferenciante, vino a dar una charla sobre fútbol y literatura. Comunicación, palabras, poesía, fútbol, pueden ser tan de la misma familia como comunicación, palabras, poesía, amor. No sé si Florentino habrá basado su proyecto en el idioma castellano o si habrá leído a Gamoneda o a Bolaño, nunca se lo podré preguntar, pero con la omisión de los resultados parece que algo ha cambiado. Tendremos que esperar a que comience el partido. Y que gane el Madrid.

martes, 26 de mayo de 2009

Desconfianza ciega

La interpelación me la hago a mi mismo por lo de la desconfianza, por si encuentro la suficiente visibilidad cegadora que me haga arrepentirme, de esas y de otras debilidades de mi ser pequeñoburgués que piensa que todo es de escaparate, atrezo y filmografía, ahí es nada. Y es que más de un ejemplo en estos últimos días me ponen alerta sobre la ceguera de algunas personas ciegas que encuentro a mi paso, valga la redundancia, o la visión de otras presuntamente videntes que no lo son, al fin y al cabo es lo mismo, un engaño. Tras esas gafas interminablemente opacas, los ojos muertos o de cristal o de cocodrilo, he desenmascarado en más de una ocasión en esos rasgos que todos conocemos de los ojos marchitos, a presuntos ciegos sufriendo por la luz aunque no la sufran, mirando una mujer bonita aunque no la vean, parando en un semáforo en rojo de esos que todavía no tienen soniditos. Increíble pero cierto, aunque no les llegué a ver los ojos, hundidos en el pozo de sus cuencas, iban tan campantes, como si con ellos no fueran las dificultades de la vista, como a mí, por ejemplo, que achino los ojos por la miopía o las moscas-pelusas vagan por mi campo de visión. Madrid es así, cualquier persona no identificada aprovecha lo mínimo para beneficiarse, podría ser yo mismo con un bastón, arrastrándolo o con un perro lazarillo arrastrándome. Me inquieta, y lo he soñado repetidamente, que uno de esos ciegos me persiga, que coja un tren y esté allí, que intente despistarlo con un sprint en la próxima esquina y siga allí y que lo único que quiera es que yo vea por él, que le narre el mundo. Me aterra, y en el sueño se saca los ojos de las órbitas y los cambia por los mios para que la narración sea más artificiosa. -Para que veas-me dice antes de que despierte. Escalofríos.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Conversación robada 2

-¿... cuánto?
-Menos de un tercio. Lo veo menos de una tercera parte de lo que lo veía antes y es por tí.
Las rastas de ambos se desenmarañaron. Transcurrido un tiempo, dos, tres, cuatro metros, llegaron a la puerta. Él no se la sostuvo, dispuesto a salir sólo a la calle. ¿Cuánto?, volvió a repetirse para sus adentros. -No se pueden medir los sentimientos...- contestó ella. Por un instante, parecieron dos algas abandonadas y muertas en una playa.

domingo, 17 de mayo de 2009

Su boca

Sus labios eran finos y elegantes, y cuando cerraba la boca correspondía cada milímetro de piel a una variación degradada del color rosa, desde afuera hacia adentro, desde las comisuras hacia la parte central, donde un minúsculo y turgente pliegue aupaba el tacto, tibio e inocente, a otra dimensión superior y menos tangible, el aura de su persona. Es el infinito, le dije, antes de besarla por primera vez. Se llamaba Elizabeth y tenía, también, sobre el labio superior, una herida cicatrizada de la varicela que muchas veces mordía, sobre todo cuando se ponía nerviosa, o estaba esperando o dormía.

miércoles, 13 de mayo de 2009

Una de detectives

Sigo la pista. Por la tarde hago horas extras de detective privado, ora persigo, ora espío, ora tomo poses de cara a la galería, así, así. De tanto meterme en la piel de Carvalho, de Clouseau, de Gadget he adquirido, ante todo, desconfianza. Las turbulencias del calor sobre el aire, la refracción de la luz en el agua, el sol de frente o incluso un tapón de cerumen en el oído pueden desvirtuar la realidad y ofrecer indicios falsos. Por ejemplo, llegué a la cocacola y a la pepsi por el mismo camino, y a Rajoy y a Zapatero, y al Real Madrid y al Barça, las pruebas me indicaron que eran lo mismo, por lo menos en rasgos generales. Sigo la pista, y escucho una voz, me suena, es en inglés. Parece de Perogrullo, pero nunca, antes del trabajo de detective privado, me había parado a analizar que la gran mayoría de las voces que escuchamos por la radio o por la televisión aparte de las españolas o hispanoamericanas, o éstas traduciendo a las primeras, vienen de Estados Unidos. De Perogrullo también son quienes la enarbolan y usan: deportistas, políticos y artistas (todos pueden vivir bajo la etiqueta de artistas, perdón por los artistas). Uno de ellos, una voz, por encima de otras, por encima de la de Tom Cruise u Ophrah Wimphrey ha sobresalido sobre las olas sonoras. Sigo la pista. Su voz, repetida hasta la saciedad, ha colmado horas y horas de las parrillas televisivas y radiofónicas, y ha sido transcrita a los periódicos y a las banderas y las camisetas, y aún se sigue repitiendo…la hamburguesa. Parece que no, no, no, aunque me desmientan periodistas enamorados, él es guapo, es seductor, es convincente. Lo objetivamente detectivesco es que tiene una gran voz, la escucho, la escucho, y me parece la de Bush, la del pequeño, parece mentira, pero es una prueba irrefutable, y la otra es que Obama es presidente de los Estados Unidos, nada más y nada menos, con lo que todo eso conlleva para los demás, razón única por la que Miguel Marzo me ha contratado para que lo persiga.