martes, 21 de abril de 2009

Boceto sobre una teoría estética del comienzo de la jornada laboral

Quizá el marco de estudio no sea el más apropiado, ni tampoco las horas, un vagón de metro entre las 6.30 y las 7.00 horas de la mañana, pero para el título me sirve. Aunque sea mayor el número de los que duermen, los túneles del metro de Madrid están atestados de puntos en movimiento, que salen y entran, que van y que vienen hacia el trabajo. Mil colores extinguidos, mil legañas en los ojos, mil silencios. En Alonso Martínez me siento casi siempre. Leo y me fijo en sus caras, siempre lo haré, otros duermen como pueden, adoptando escorzos, en tensión, los cuellos, la próxima parada. Como un resorte se despiertan, parece increíble que dos segundos antes estuvieran en el limbo con los angelitos, abrazados a la almohada etérea de la barra metálica del vagón. Y nos miramos de pena que damos, seguros de que si fuéramos niños estaríamos pataleando y llorando desde hace rato, feos todos, ojerosos, desaliñados, pensando subrepticiamente son las seis y cuarenta y siete de la mañana, otro día más.
Muchos van con el dedo metido en la nariz, créanme, acicalándose las fosas nasales, seguros en el anonimato de esta ciudad de tres millones de habitantes, otros acaban el peinado en los cristales, si se puede llamar cristal y si se puede llamar peinado, feos todos, ni un atisbo de belleza a estas horas y no nos importa, ninguna Hipsípila, ningún Jasón. Los guapos no son guapos, los feos se camuflan en la media, todos sin excepción en este madrugón imposible: hay una cosa clara, los domingos, por ejemplo en el rastro o en el retiro, de buena mañana, esa sensación desaparece y la piel reluce, y los alientos alientan a pensar en la belleza que un día no laborable desprende.

2 comentarios:

santofimia dijo...

Hay que ver miguel qué manera de contar. Por un momento iba por Santa Marina en el metro; he visto pasar a mi lado a Manolete, siguiente parada: Bailío, y por fin llego al conservatorio; yo también con legañas. besos generosos

crisálida dijo...

Muy bueno, en especial eso de 'la almohada etérea de la barra metálica del vagón'...