La ficción se ha nutrido desde el principio de los tiempos de las catástrofes más virulentas, exponiendo la debilidad humana ante la maldad. Libros como la Biblia se adelantaron dos mil años a las películas de sobremesa de Antena 3, creando un género de la desgracia de la población mundial. Películas como Spiderman o Superman justifican la existencia de Osama en la piel de Lex Lutor o el doctor Octopus. Otra película como 12 monos o libros como La peste o Ensayos sobre la ceguera, justifican la de la gripe del cerdo. Quizá tengan las claves para reaccionar ante estos supuestos malignos, quién sabe.
Lo peor de todo esto, aparte de que pueda ser un problema sanitario global, es la hipocondría que pueden llegar a alimentar, en la primavera que nos rodea, los ciudadanos que pasean a diario por nuestras ciudades con la boca tapada con esa telita azul o verde debido a los altos niveles de polen… Ay de Woody Allen si se encuentra con Michael Jackson.