martes, 24 de marzo de 2009

MICROCKRELATOS Jersey girl/ La chica del jersey

Como la humedad, que ocupa el largo y ancho del espacio que ocupa la ciudad, la música que salía del edificio de Alvarado st encharcaba más de un oído en el desorden de ruidos de Pomona, California. Así se siente Lucy cuando coloca un vinilo de Tom Waits sobre el giraplatos, confortablemente húmeda: sobresale por encima de la cresta de una ola sonora, en el otro extremo del país, Alaska.

Esa misma mañana una furgoneta aparcó frente al edificio. Dos hombres bajaron de ella, uno fumando, el otro mirando el reloj, parecían uno solo. Se adentraron en el portal y aparecieron en la calle algo crispados, debido a la acalorada discusión que aparentaban sostener. Desaparecieron tras la furgoneta y tras el espectro del calor y de la gasolina sobre el asfalto. De repente, desde una ventana de la fachada oeste del edificio un inquilino arrojó un bafle sobre la acera reventando en añicos la caja de reverberancia y el capó de un coche aparcado. A este le sucedieron varios estruendos de otros altavoces más contra el suelo.

Al otro lado del país Lucy empuña las mangas del jersey, lo retuerce cada ocasión que recuerda una promesa, una especie de peregrinación, viajar en autobús a California.

De los hombres que eran uno nunca más se supo. Ni se los relacionó con el acontecimiento de los altavoces. Solo los vi yo.

En Alvarado st cantan varias personas la llegada de su Mesías. Cantan como un palo de lluvia.

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